Escupo toneladas de sangre,
Cada vez que me bordean tus pupilas,
No entiendo el punto mismo,
De un dibujo mal cuadrado.
Escucho constantemente tu aroma,
Ese sonido que entra en mi nariz,
Escupo nuevamente la sangre,
Y extraño no tener tu pelo,
Extraño no estar ahí dentro,
La sangre sigue cayendo,
Se hace benevolente junto al eco,
Su mística liquida se escucha a si misma,
En el despertar de su explosión divina.
Sería tan onírico si creo,
Que vuelves a agarrarme las manos,
Por que en el mismo recuerdo,
Que alimenta este sueño sin escrúpulos,
Los acordes se desacomodan,
Y crean en cada uno de tus dedos,
Un ritmo distinto,
Como tu mente.
Y muestra cada acorde de carne,
Una melodía que brilla entre lo oculto,
Sus colores se desprenden,
Y vuelven a unirse,
Se desploman de estructura,
Para volver a formarse.
Se acompleja uno que otro ruido,
Hasta que se anima a entrar,
Vuelvo a escuchar ese olor,
Y no has pasado tan cerca,
¡Mierda!
La sangre está en mi tobillo,
Y todavía no has venido,
Presiento que cuando llegues,
Esta sangre ya estará seca,
Y todas las moscas chupandome,
Me harán un poco más bello,
Ese día,
Entre niveles de un nuevo orden,
Tendremos el grato momento,
De sentirnos vivos de nuevo,
En la simple y eterna conexión,
Ese día el sonido solo será,
La secuela de tus últimos ruidos.
Alteración de una estrella de mar
Hace 10 años